Detrás de la abadesa vemos al negro Ignatius Christianus Fridericus Fortuna. Este nombre se lo dio ella misma al niño africano de unos 5 a 7 años cuando lo recibió como regalo de un empresario alemán Franz Adam Schiffer procedente de Sudamérica en 1737. La condesa, en ese momento a los 41 años, estaba soltera y siguió siéndolo. Ignacio Fortuna le sirvió toda su vida, inicialmente como simple ayudante, pero, a diferencia del estatus reservado a los negros en las cortes europeas, gracias a la condesa, Ignacio acumuló fortuna y figuraba en su testamento. Cuando Ignacio Fortuna murió rico 13 años después, pero sin dejar hijos, hubo una disputa por sus bienes entre el Orfanato fundado por la abadesa, en el que vivía desde que ella murió y los hijos del empresario que lo trajo de Sudamérica; éstos afirmaron que Ignacio era su "medio hermano". impensable si fuera pobre, lo que sugiere que los conflictos raciales pueden ser mitigados parcialmente por la codicia de los racistas. La abadesa había declarado en su último testamento que debía ser enterrado junto a ella en la cripta de la iglesia, sin embargo, el último deseo de la abadesa solo se cumplió parcialmente porque fue enterrado en el campanario. (SILVA, Renato Araújo da. Afro-Óperas: negros libretistas, personagens e compositores. São Paulo: Ferrreavox, 2020).
Detrás de la abadesa vemos al negro Ignatius Christianus Fridericus Fortuna. Este nombre se lo dio ella misma al niño africano de unos 5 a 7 años cuando lo recibió como regalo de un empresario alemán Franz Adam Schiffer procedente de Sudamérica en 1737.
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fortuna y figuraba en su testamento. Cuando Ignacio Fortuna murió rico 13 años después, pero sin dejar hijos, hubo una disputa por sus bienes entre el Orfanato fundado por la abadesa, en el que vivía desde que ella murió y los hijos del empresario que lo trajo de Sudamérica; éstos afirmaron que Ignacio era su "medio hermano". impensable si fuera pobre, lo que sugiere que los conflictos raciales pueden ser mitigados parcialmente por la codicia de los racistas.
La abadesa había declarado en su último testamento que debía ser enterrado junto a ella en la cripta de la iglesia, sin embargo, el último deseo de la abadesa solo se cumplió parcialmente porque fue enterrado en el campanario. (SILVA, Renato Araújo da. Afro-Óperas: negros libretistas, personagens e compositores. São Paulo: Ferrreavox, 2020).